El destino se me cruzó
en forma de latido
de un viento que azuzaba
y me increpaba al oído:
¡Despierta!
El destino me detuvo por la calle
metomorfoseado en rugido
de alguna guarida subterránea
y con una garra me arañó la sangre:
¡Reacciona!
El destino me empujó
con la ligereza de un aleteo
y con la fiereza de un dragón
me fulminó de una mirada:
¡Actúa!
Y en medio el camino serpenteaba
entre las semillas del ayer
y la incertidumbre del mañana.
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